sábado, 2 de mayo de 2009

Lázaro de Tormes

Según el libro, Lázaro y yo estábamos hospedados en un mesón de la villa de Escalona. Teníamos una longaniza para cenar y yo la había puesto con mucho miramiento a asar en la sartén. "Lázaro, ve a la taberna y compra un cuartillo de vino", le ordené. Solté el mango de la sartén y me alcé para rebuscar en la faltriquera un maravedí, y mientras esto hacía, el maldito niño cambió la longaniza por un nabo pequeño, larguillo y ruinoso. Como es natural, yo no lo vi, que dio el cambiazo sin que yo lo advirtiese. Lázaro se fue por el vino y yo no acabé de asar la falsa longaniza. Esperé a que volviera de la taberna para no comérmela a palo secó, y cuando le oí entrar puse la suculena longaniza (eso creía) apretada entre dos pringadas o rebanadas de pan. Hinqué el diente, di en duro, mordí más fuerte y descubrí el engaño. ¿Longaniza? ¡Nabo!

El libro decía que me encalabriné, y que me encendí de ira, y que me llevaban todos los demonios. Decía bien. ¿No era justo? Lo más gracioso del episodio nabal fue que, como yo era un viejo astuto con olfato de podenco, acerqué el navío de mi cara a la suya, y penetré con la proa de mi afilada nariz en la dársena de su boca para oler la verdad, y al tocarle la gola con la punta del espolón, el niñó se mareó de miedo, zozobró su estómago y de una sucia arcada vomitó la papilla de la negra longaniza sobre mi nariz y mi boca. Luego el libro decía que yo le había soltado una colérica andanada de rasguños y golpes, y que si no me lo quitan de las manos, le hubiera arrancado la vida. Eso decía el libro.

- Ahora es tu turno, Juan Barril. Cuéntanos ce por be tu verdad -me dijo el señor Rojas.

- Los hechos fueron más o menos así, como acabáis de leer, señor, sólo que pura comedia. Era una treta que el niño y yo conveníamos cuando estábamos desesperados de hambre. Representábamos la farsa por los pueblos, en la plaza del mercado, en ventas y mesones, donde hubiera incautos. Mojiganga de cómicos. La función se disponía más o menos como dice el libro, pero muchas veces ni siquiera hacía falta el paripé de la sartén, pues del mismo modo que los comediantes viajan con el baúl de las pelucas y los disfraces, nosotros solíamos llevar en el hato las dos rebanadas de pan con pringue dentellada. Con todo listo, se abría el telón. La gente confiaba que iba por la calle o hacía compras en la plaza oía de pronto alboroto de voces y ayes tan desesperados como si estuvieran degollando un gorrino. Se acercaban y veían cómo yo sujetaba a Lazarillo entre las piernas y le sacudía furioso puñadas, azotes, tirones de pelo y una granizada de insultos coléricos: ¡ladrón! , ¡desgraciado!, ¡hideputa! ¿Así tratas a quien te protege y alimenta? El niño hacía su papel de maravilla. Gritaba como un condenado, pujaba por escaparse, hpaba mucho y enseñaba dientes y roto las encías. No era sangre, sino jugo de tomate con el que poco antes se había embadurnado el morro. La gente que se había arremolinado a nuestro alrededor, viendo mi enojo y su martirio, me lo arrancaba de las manos. ¡Ciego malvado!, me decían. En toda comedia tiene que haber un bueno y un malo, y a mí me había tocado el papel de malhechor. Yo, acosado por los furiosos viandantes que creían que iba a matar al niño, mostraba el nabo empanado y las barbas asquerosas donde quedaban restos sucios de la vomitera. Contaba todo eso del trueque de una longaniza por un nabo, y cómo por olerle la boca a Lázaro, me lo había regoldado en la nariz y en los ciegos ojos. "Vedme hecho un cristo. Me ha robado la longaniza, la ha saboreado y se la ha tragado, y después de gozarla, me ha echado a la cara lo sobrante. ¿No es un hideputa?". El público se descojonaba de risa, hablando con perdón, y celebraban mi suciedad como un castigo y la hazaña de Lázaro como triunfo y venganza del bueno. No faltaba alguna voz que me llamaba verdugo, pero yo soportaba con paciencia mi ingrato papel. Los más se apiadaban del niño mártir, que asustado y dolorido parecía un cervatillo huérfano. Luego yo hacía como que recobraba la calma, plañía quejas sobre mi aciaga suerte y la ingratitud de la vida, y englobaba de revés mis ojos blancuzcos para dar lástima (o asco). Mi ceguera, la fuerza de mis salmos desgraciados, la sangre y las desdichas del niño apiadaban a la gente, que nos daba limosna para comprar longanizas y morcillas de verdad. Ésa era la comedia.
Acabado el teatro, el público se dispersaba y nosotros nos dábamos un goloso banquete. Relamiéndonos el pringue de los tesoros chacineros, disputábamos quién de los dos cargaba con la peor parte del entremés...

Eduardo Alonso: Palos de ciego

domingo, 26 de abril de 2009

Las lenguas de España



En este enlace tienes la unidad didáctica que hemos preparado para trabajar las lenguas de España.

sábado, 4 de abril de 2009

Garcilaso de la Vega

Escucha esta canción de Miguel Bosé. ¿De qué crees que tratará la poesía de Garcilaso de la Vega?



A través de esta unidad didáctica, nos acercamos a la poesía de este autor y de la época renacentista.

Imagen: http://pe.kalipedia.com/kalipediamedia/lenguayliteratura/media/200704/18/literaturacastellana/20070418klplyllic_53.Ies.SCO.jpg

domingo, 29 de marzo de 2009

San Juan de la Cruz

Su vida puede resumirse en pocos datos: nace en 1542 en Fontiveros (Ávila) en una familia de ascendencia conversa. En 1563 profesa en el Carmelo. En 1567 emprende la reforma de la orden, lo que le atrae la persecución de los carmelitas calzados y el encarcelamiento en Toledo. Con posterioridad es prior en diversos conventos y muere en Úbeda en 1591.

Su obra no es muy extensa y muestra la aspiración del místico a la unión total de su alma con Dios. Para llegar a esta unión existen tres vías o caminos:

a)
Vía purgativa: en ella el alma se purifica de sus pecados mediante la oración y la mortificación.

b)
Vía iluminativa: el alma comienza a ser iluminada, a gozar de la presencia de Dios.

c)
Vía unitiva: se produce la unión amorosa del alma con Dios.

A continuación, selecciona de cada uno de los poemas la estrofa que más te guste y explica por qué las has seleccionado.

Noche oscura




1.

En una noche oscura, Facsímil
con ansias, [2] en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!, [3]
salí sin ser notada, [4]
estando ya mi casa sosegada.
5



2.

A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada, [5]
estando ya mi casa sosegada.
10



3.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa, [6]
Facsímil
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.
15



4.

Aquésta me guiaba
más cierto [7] que la luz del mediodía,
a donde me esperaba
quien yo bien me sabía, [8]
en parte donde nadie parecía. [9]
20



5.

¡Oh noche que guiaste!,
¡oh noche amable más que la alborada!,
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
25



6.

En mi pecho florido, [10]
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba, [11]
y el ventalle [12] de cedros aire daba
30



7.

El aire de la almena, Facsímil
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.
35



8.

Quedeme y olvideme,
el rostro recliné sobre el Amado; [13]
cesó todo y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
40

¿Quieres escuchar el poema?





En su poesía convergen la tradición poética castellana de los cancioneros, la de la poesía culta italizanizante y la tradición poética bíblica.

Su composición poética más extensa es el Cántico espiritual, formado por cuarente estrofas. Es un poema de carácter alegórico en el que aparece todo el proceso místico: la esposa -el alma delel poeta- busca ansiosamente al esposo -Dios-, lo que constituye la vía purgativa. Más tarde se produce el encuentro de ambos, que representa la vía iluminativa, y, finalmente, la unión amorosa, que constituye la vía unitiva.

Poema homenaje de Carlos Bousoño a San Juan de la Cruz

(Vía purgativa, iluminativa y unitiva)

Sólo quien se entrega recibe.
Huele, quien renuncia al olfato,
un olor prodigioso. ¡Vive,
misterïoso desacato!

Y así de pronto asciende ya
de las rosas de primavera
fragancias de lo que será
en la cima de lo que era.

Y el alma, desde ese momento,
puede, en la variedad del mundo,
escuchar la canción del viento
y contemplar el mar profundo.


En la poesía de San Juan de la Cruz se unen tres corrientes poéticas: la de los cancioneros castellanos, la de la poesía culta italianizante y la tradición bíblica.

Su composición poética más extensa es el Cántico espiritual, formado por 40 estrofas. Es un poema de carácter alegórico en el que aparece el proceso místico: la esposa -el alma del poeta- busca ansiosamente al esposo -Dios-, lo que constituye la vía purgativa. Más tarde se produce el encuentro de ambos, que representa la vía iluminativa y, finalmente, la unión amorosa, que constituye la vía unitiva.

Lee el poema

(y escuchar un fragmento)

(Información: Libro de literatura de la editorial Akal).

Imagen: http://www.carmelitasdevenezuela.org.ve/san%20juan%20de%20la%20cruz.jpg

sábado, 14 de marzo de 2009

La Celestina

Lee el texto que tienes en este enlace y responde a las preguntas:


1. ¿Cuál son los temas que aparecen en ese fragmento?

2. Resume brevemente el texto con tus palabras.

3. ¿Cómo están caracterizados los personajes?

4. ¿Qué relación observas entre lo que se cuenta en ese fragmento novelístico y la obra que vamos a estudiar?

¿Qué sabes de La Celestina de Fernando de Rojas? ¿Quiénes podrían representar hoy el papel de Celestina, Calixto y Melibea? Una pista (la entradilla de un reportaje periodístico): Unos seis millones de españoles son solteros, separados o viudos entre 30 y 60 años. Muchos de ellos buscan pareja. Para encontrársela, ha surgido un próspero negocio del amor con Internet como sede.

Si quieres saber algo más sobre esta obra, acércate a la obra por medio de esta unidad didáctica:

La Celestina

(Para realizar el ejercicio 2, observa esta fotografía)
(Para realizar el ejercicio 7, consulta estas imágenes)




Imagen: http://www.cervantesvirtual.com/boletines/general/58/LaCelestina2.jpg

viernes, 13 de marzo de 2009

Jorge Manrique


Poeta perteneciente a la vieja nobleza castellana, se vio inmerso en las contiendas que llenan la segunda mitad del siglo XV. A su padre, el Maestre don Rodrigo, activo guerrero, dedica sus Coplas, por lo que podemos decir que en este autor las letras y las armas son las dos aficiones que van de la mano.

Su creación poética es muy escasa: en torno a cincuenta composiciones y su poética se enmarca dentro de la tradición poética provenzal del amor cortés. En esta tradición, el amador aparece como vasallo, dentro de la feudalización del amor; la discreción en la relación amorosa es el principal atributo del amante y se diviniza a la amada, a quien el poeta rinde culto. Algunas de estas características se pueden observar en el fragmento de uno de sus poemas:

Acordaos, por Dios, señora...

       Acordaos por Dios, señora, 
quánto ha que comencé

vuestro seruicio,

cómo vn día ni vna hora

5 nunca dexo ni dexé
de tal officio.

Acordaos de mis dolores,

acordaos de mis tormentos

qu'e sentido,
10 acordaos de los temores
y males y pensamientos
qu'e sufrido.

Acordaos cómo en presencia,
me hallaste siempre firme
15 y muy leal,
acordaos cómo en ausencia

nunca pude arrepentirme

de mi mal.

Acordaos cómo soy vuestro

20 sin jamás auer pensado
ser ageno,

acordaos cómo no muestro

el medio mal qu'e passado
por ser bueno...

Este tipo de poesía no es ajeno a nuestro tiempo y algunos poetas contemporáneos han cantado y compuesto recreando ese estilo:

DESOBEDIENCIA es
palabra triste
a soldado de amor.

Pero yo
no acataré a mi señor,
que me oprime,
no acataré los designios de amor
que niega mi señor,
no acataré su desdén,
su capricho,
no acataré su fuerza,
seré su enemigo,
seré su traidor,
seré el último de la fila de los soldados,
soldado ciego, soldado raso,
seré el que sabré más de su mal,
sus secretos,
y abandonaré su cerco,
abandonaré las filas de amor
de mi señor,
y cantaré libre,
escondido en graneros,

silbaré libre cuando me encuentre lejos,
desnudo, solo y libre
de la persecución de amor,
mi señor.

(Luisa Castro,
Amor mi señor)

Junto a esta poesía, Jorge Manrique escribió su poema más célebre (
Coplas a la muerte de su padre), considerado como una de las elegías más conocidas de nuestra literatura.

El poema consta de cuarenta coplas de pie quebrado, organizadas en tres partes: una primera, en la que habla de la brevedad y la caducidad de la vida; la segunda, en la que ejemplifica con casos concretos mediante la fórmula del
Ubi sunt?; y una tercera en la que realiza el elogio de su padre.

Fue una obra que gozó de gran éxito y fama en su época, llegando hasta nuestros días y siendo interpretada por cantautores contemporáneos.

Paco Ibáñez canta a Jorge Manrique:



Escucha esta canción, que nos presenta una visión muy diferente a la de Jorge Manrique:

miércoles, 11 de marzo de 2009

El romancero

Los romances son unos poemas de un número indefinido de versos octosílabos, con rima asonante en los versos pares. Por lo general, se desconoce su autor (anónimos) y se han transmitido y conservado principalmente por tradición oral, con temas de la historia española y leyendas populares.

A partir del siglo XVI, los grandes poetas cultos escriben también romances aumentando los temas y los motivos literarios.

Según algunos estudiosos, el origen de los romances se encuentra en los cantares de gesta: fragmentos de los cantares se cantaban como composiciones independientes, de forma que cada hemistiquio del cantar era un verso del romance y, por tanto, la rima asonante (en el segundo hemistiquio) quedaba siempre en los versos pares.

Más tarde, constituyeron un género aparte y fueron compuestos como romances y no como fragmentos de cantares.

Los romances tienen un lenguaje sencillo, con abundantes repeticiones de palabras, grupos de palabras o versos. El final suele ser bastante ambiguo o abierto.

(Libro de texto de la ed. Akal).

Escucha este romance de un poeta moderno (Federico García Lorca) y este otro, texto renacentista y anónimo. Compáralos y observa sus semejanzas y diferencias. Si quieres leer los textos detenidamente, puedes hacerlo en el blog de A. Puente, en el que tienes los anteriores enlaces.

¿Qué deberías saber sobre los romances? Observa el siguiente guión, cuyo contenido puedes completar con tu libro de texto:

a) Definiciones: el romancero viejo, el romancero nuevo y el romancero oral moderno.

b) Origen.

c) Rima y métrica.

d) Recursos (características).

e) Clasificación.

Otras informaciones:

- Un ejemplo de Caza del tesoro, de M. J. Reina.

- Romances medidos

- Un sinfín de romances.



domingo, 1 de febrero de 2009

La extraña semilla

Hace mucho tiempo, un niño que vivía junto a un prado fue a pasear con su hermana y se encontró la semilla de un fruto muy extraño. Juntos decidieron sembrar esa semilla y regarla para ver si crecía un árbol grande y frondoso que diese extraños frutos. Tras pasar unos días, los niños observaron con mucha admiración la enorme planta que había crecido en tan poco tiempo. Parecía llegar hasta el cielo y de él colgaban extrañas ramas en las cuales había frutos muy llamativos. Decidieron probarlos, les gustaron tanto que empezaron a recoger todos sus frutos dentro de un gran cesto para llevárselos a su casa. En su familia estaban todos muy contentos con los exquisitos manjares.

Al día siguiente, volvieron a la planta y la planta parecía haber desaparecido y al acercarse vieron que solo estaba la semilla. Decidieron plantarla otra vez, pero la planta no crecía. Dejaron de intentarlo. Al paso de los días, un niño se la encontró y le sucedió lo mismo que a los hermanos y el niño dejó de intentarlo y así pasó con muchos niños.

Realizado por Olga Cordón, 3º E.

Foto: http://www.salutibellesa.net/archives_cas/semilla-argan.jpg

martes, 20 de enero de 2009

El Mester de Clerecía

Aquí tienes algunos autores y algunas obras del Mester de Clerecía. ¿Podrías identificarlos? Pulsa en la ventana para verla más grande.

Wordle: Mester_de_clerecía

Licencia: http://www.wordle.net/


lunes, 19 de enero de 2009

La prosa medieval y el cuento moderno

A continuación, puedes leer dos relatos muy diferentes. Una vez que finalices, responde a las cuestiones planteadas al final:

CARTA SIN RESPUESTA

Una amiga había comentado mirándose al espejo: "Nadie me llama guapa, así que yo me lo digo muchas veces a mí misma para animarme". A Sofía, que nunca había recibido una carta de amor, se le ocurrió enviarse una, escrita por ella misma, pero firmada por un inventado Roberto Robles que vivía en Villalba. Para más verismo tomó el tren de cercanías y echó la carta en un buzón de esa localidad. Y de esa manera recibió muchas cartas, casi una a la semana Había que ver con qué ilusión abría el sobre y leía las dos o tres cuartillas manuscritas, con una letra recta, firma, que no se doblegaba a derecha ni a izquierda.

A veces, Roberto y ella tenían discusiones y hasta pequeños enfados, como ocurre con todas las parejas de enamorados. Roberto se empeñaba en que fueran a Benidorm una semana y ella le ponía excusas, por más que lo estuviera deseando. Le decía que no estaba segura de que compartir habitación durante siete días fuese una buena idea. Procuraba no obstante ser muy suave y persuasiva porque no quería perderle ni que se enfadara, pero Roberto tenía que comprender que llevaban muy poco tiempo de relaciones como para convivir así una semana.

En estas estaban cuando la última carta de Roberto no llegó. Esperá una semana, diez días, un mes, reclamó a Correos pero definitivamente la carta no llegó. Se sintió muy ofendida por el silencio. "¿Qué se habrá creído este?", le llegó a decir a una amiga.

Y nunca más le volvió a escribir, que ella no se iba a rebajar.

(Juan Pedro Aparicio: El juego del diábolo)


Cuento XII

Lo que sucedió a la zorra con un gallo


Ilustración del Cuento XII

Una vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo: Patronio, sabéis que, gracias a Dios, mis señoríos son grandes, pero no están todos juntos. Aunque tengo tierras muy bien defendidas, otras no lo están tanto y otras están muy lejos de las tierras donde mi poder es mayor. Cuando me encuentro en guerra con mis señores, los reyes, o con vecinos más poderosos que yo, muchos que se llaman mis amigos y algunos que me quieren aconsejar me atemorizan y asustan, aconsejándome que de ningún modo esté en mis señoríos más apartados, sino que me refugie en los que tienen mejores baluartes, defensas y bastiones, que están en el centro de mis tierras. Como os sé muy leal y muy entendido en estos asuntos, os pido vuestro consejo para hacer ahora lo más conveniente.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, en asuntos graves y problemáticos es muy arriesgado dar un consejo, pues muchas veces podemos equivocarnos, al no estar seguros de cómo terminarán las cosas. Con frecuencia vemos que, pensando una cosa, sale después otra muy distinta, porque lo que tememos que salga mal, sale luego bien, y lo que creíamos que saldría bien, luego resulta mal; por ello, si el consejero es hombre leal y de justa intención, cuando ha de dar un consejo se siente en grave apuro y, si no sale bien, queda el consejero humillado y desacreditado. Por cuanto os digo, señor conde, me gustaría evitarme el aconsejaros, pues se trata de una situación muy delicada y peligrosa, pero como queréis que sea yo quien os aconseje, y no puedo negarme, me gustaría mucho contaros lo que sucedió a un gallo con una zorra.

El conde le pidió que se lo contara.

-Señor conde -dijo Patronio-, había un buen hombre que tenía una casa en la montaña y que criaba muchas gallinas y gallos, además de otros animales. Sucedió que un día uno de sus gallos se alejó de la casa y se adentró en el campo, sin pensar en el peligro que podía correr, cuando lo vio la zorra, que se le fue acercando muy sigilosamente para matarlo. Al verla, el gallo se subió a un árbol que estaba un poco alejado de los otros. Viendo la zorra que el gallo estaba fuera de su alcance, tomó gran pesar porque se le había escapado y empezó a pensar cómo podía cogerlo. Fue derecha al árbol y comenzó a halagar al gallo, rogándole que bajase y siguiera su paseo por el campo; pero el gallo no se dejó convencer. Viendo la zorra que con halagos no conseguiría nada, empezó a amenazar diciéndole que, pues no se fiaba de ella, ya le buscaría motivos para arrepentirse. Mas como el gallo se sentía a salvo, no hacía caso de sus amenazas ni de sus halagos.

»Cuando la zorra comprendió que no podría engañarlo con estas tretas, se fue al árbol y se puso a roer su corteza con los dientes, dando grandes golpes con la cola en el tronco. El infeliz del gallo se atemorizó sin razón y, sin pensar que aquella amenaza de la zorra nunca podría hacerle daño, se llenó de miedo y quiso huir hacia los otros árboles donde esperaba encontrarse más seguro y, pues no podía llegar a la cima de la montaña, voló a otro árbol. Al ver la zorra que sin motivo se asustaba, empezó a perseguirlo de árbol en árbol, hasta que consiguió cogerlo y comérselo.

»Vos, señor Conde Lucanor, pues con tanta frecuencia os veis implicado en guerras que no podéis evitar, no os atemoricéis sin motivo ni temáis las amenazas o los dichos de nadie, pero tampoco debéis confiar en alguien que pueda haceros daño, sino esforzaos siempre por defender vuestras tierras más apartadas, que un hombre como vos, teniendo buenos soldados y alimentos, no corre peligro, aunque el lugar no esté muy bien fortificado. Y si por un miedo injustificado abandonáis los puestos más avanzados de vuestro señorío, estad seguro de que os irán quitando los otros hasta dejaros sin tierra; porque como demostréis miedo o debilidad, abandonando alguna de vuestras tierras, mayor empeño pondrán vuestros enemigos en quitaros las que todavía os queden. Además, si vos y los vuestros os mostráis débiles ante unos enemigos cada vez más envalentonados, llegará un momento en que os lo quiten todo; sin embargo, si defendéis bien lo primero, estaréis seguro, como lo habría estado el gallo si hubiera permanecido en el primer árbol. Por eso pienso que este cuento del gallo deberían saberlo todos los que tienen castillos y fortalezas a su cargo, para no dejarse atemorizar con amenazas o con engaños, ni con fosos ni con torres de madera, ni con otras armas parecidas que sólo sirven para infundir temor a los sitiados. Aún os añadiré otra cosa para que veáis que sólo os digo la verdad: jamás puede conquistarse una fortaleza sino escalando sus muros o minándolos, pero si el muro es alto las escaleras no sirven de nada. Y para minar unas murallas hace falta mucho tiempo. Y así, todas las fortalezas que se toman es porque a los sitiados les falta algo o porque sienten miedo sin motivo justificado. Por eso creo, señor conde, que los nobles como vos, e incluso quienes son menos poderosos, deben mirar bien qué acción defensiva emprenden, y llevarla a cabo sólo cuando no puedan evitarla o excusarla. Mas, iniciada la empresa, no debéis atemorizaros por nada del mundo, aunque haya motivos para ello, porque es bien sabido que, de quienes están en peligro, escapan mejor los que se defienden que los que huyen. Pensad, por último, que si un perrillo al que quiere matar un poderoso alano se queda quieto y le enseña los dientes, podrá escapar muchas veces, pero si huye, aunque sea un perro muy grande, será cogido y muerto enseguida.

Al conde le agradó mucho todo esto que Patronio le contó, obró según sus consejos y le fue muy bien.

Y como don Juan pensó que este era un buen cuento, lo mandó poner en este libro e hizo unos versos que dicen así:



No sientas miedo nunca sin razón


y defiéndete bien, como un varón.


Don Juan Manuel: El conde Lucanor (versión actualizada de Juan Vicedo).

REFLEXIONA SOBRE LOS CUENTOS:

1. ¿Por qué se pueden considerar cuentos estos dos textos?

2. ¿Quién es el narrador en cada caso? ¿Y el autor?

3. ¿Qué diferencias observas en cuanto a la finalidad o intencionalidad de los autores al crear cada uno de sus textos?

4. Después de lo que has contestado anteriormente, enumera las características de un cuento contemporáneo y las de un cuento medieval.

5. Creamos un texto.

Si te ha interesado el tema, puedes consultar estas páginas relacionadas con el mundo del cuento, extraídas de la Red:
Imagen: http://static.flickr.com/3192/2581709717_5d6cc3e9d1_m.jpg

viernes, 16 de enero de 2009

Libro de buen amor: breve antología

Nos encontramos ante un texto complejo, por lo que haremos una aproximación al libro desde diversos ángulos:

1. ¿Cómo es la mujer ideal?

Busca mujer hermosa, donosa y lozana,
que no sea muy alta, pero tampoco enana;
...

Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña;
cabellos amarillos, no teñidos de alheña;
las cejas apartadas, largas, altas, arqueadas;
ancheta de caderas; ésta es talla de dueña.

Ojos grandes, salientes, coloridos, relucientes,
y de largas pestañas, separadas, aparentes;
las orejas pequeñas, delgadas; para mientes
si tiene el cuello alto: tal prefieren las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y bien blancos, un poco apartadillos;
las encías bermejas, los dientes agudillos;
los labios de la boca bermejos, angostillos.

La boca pequeña, así de buena guisa;
su cara sea blanca, sin pelos, clara y lisa.
Procura tener mujer que la vea sin camisa,
que la talla del cuerpo te dirá: "Esto ha guisa".

2. ¿Cómo hay que tratarla?

No descuides la mujer, ya te lo dije suso;
mujer, molino y huerta siempre quieren mucho uso,
no guarda festividad en secreto ni excusado;
nunca quiere olvido, trovador lo compuso...

De no actuar así, le podrá suceder lo "lo que acontenció a don Pitas Payas, pintor de Bretaña". Lo puedes ver y escuchar en este vídeo:



3. El dinero en el mundo medieval.

Mucho puede el dinero y mucho es de apreciar:
al torpe hace bueno y hombre de respetar,
hace correr al cojo y al mudo hablar;
el que no tiene manos dineros quiere tomar...

Si tuvieses dineros, tendrás consolación,
placer y alegría, del Papa ración;
comprarás Paraíso, ganarás salvación;
donde hay muchos dineros, hay mucha bendición...

Él hace caballeros de necios aldeanos,
condes y ricoshombres de algunos villanos;
con el dinero andan todos los hombres lozanos,
cuantos hay en el mundo le besan hoy las manos...

Yo vi a muchos monjes en sus predicaciones
denostar al dinero y a sus tentaciones;
al cabo, por dinero otorgan los perdones;
absuelven el ayuno, así hacen oraciones...

Escucha la versión de Paco Ibáñez:



4. Una mujer peligrosa: la caricatura.

Sus miembros y su tipo no son para silenciar,
pues en verdad creed que era gran yegua caballar;
quien con ella luchase mal se habría de hallar:
si ello no lo quisiese, no se la podría derribar.

Tenía la cabeza muy grande, sin medida;
cabellos cortos y negros, más que corneja lisa;
ojos hundidos, rojos, muy poco y mal divisa;
mayor es que de yegua la huella donde pisa;

las orejas mayores que de un añal borrico;
su pescuezo es negro, ancho, velloso, chico;
sus narices muy gordas, largas, de zarapito;
bebería en pocos días el caudal de un gran charco;

su boca es de alano y sus morros muy gordos,
dientes anchos y largos, mal dispuestos y asnudos;
las sobrecejas anchas y más negras que de tordos;
los que quieran casarse aquí no sean sordos.

Mayores que las mías tiene sus negras barbas.
Yo no vi más de ella, mas si tú en ella escarbas,
bien creo que hallarás motivos para bromas;
aunque más te valdría que trillases en tus parvas.

Sobre el vestido traía sus tetas colgadas,
llegábanle a la cintura, aunque estaban dobladas,
pues estando estiradas le darían en las ijadas:
a cualquier son de cítolo bailarían sin ser mostradas.

5. Una batalla gastronómica

Colocó en vanguardia muchos buenos peones:
gallinas y perdices, conejos y capones,
ánades y lavancos y gordos ansarones;
hacían su desfile cerca de los tizones.

Tras de los escuderos están los ballesteros:
los gansos en cecina, costados de carneros,
piernas de puerco fresco, los jamones enteros;
luego en pos de éstos están los caballeros.

Las tajadas de vaca, lechones y cabritos
allí andan saltando y dando grandes gritos;
luego los escuderos, muchos quesuelos frescos,
los cuales espolean a los vinos muy tintos...

El primero de todos que hirió a don Carnal
fue el puerro cuellialbo, e hiriólo muy mal:
le hizo escupir flema, esto fue gran señal;
pensó doña Cuaresma que suyo era el real...

Andaba allí la nutria con muchos combatientes,
golpeando y matando a las carnosas gentes;
a las torcaces matan las sabogas valientes,
el delfín al buey viejo arrancóle los dientes...

El pulpo a los pavones no dejaba vagar,
ni incluso a los faisanes les dejaba volar,
a cabritos y a gamos los quería ahogar:
pues tiene muchas manos, con muchas puede lidiar...

6. La crueldad de la muerte.

¡Ay muerte, muerta seas, bien muerta y malandante!
A mi vieja mataste, ¡matárasme a mí ante!
Enemiga del mundo, no tienes semejante,
de tu memoria amarga no hay quien no se espante.

Al que tú hieres, muerte, te lo llevas muy cruel
al bueno y al malo, al rico y al miserable,
a todos los igualas y llevas por un valer,
por papas y por reyes, no das una vil nuez.

No miras señorío, parentesco ni amistad,
con todo el mundo tienes continua enemistad;
no existe en ti mesura, clemencia ni piedad,
sino dolor, tristeza, pena y gran crueldad...

Dejas el cuerpo yermo a gusanos en fosa,
el alma que lo puebla te la llevas deprisa,
no está el hombre seguro de tu carrera aviesa;
de hablar sobre ti, muerte, espanto me atraviesa...

Haces al que es muy rico yacer en gran pobreza:
no le ueda ni blanca de toda su riqueza;
aquel que vivo es bueno y de mucha nobleza,
vil y hediondo es muerto, aborrecida vileza.

(Versión modernizada de Florencio Sevilla)


REFLEXIONA SOBRE LOS TEXTOS LEÍDOS:

a) ¿Qué es lo que se busca hoy en día en el chico o en la chica que nos gusta?

b) ¿Cómo hay que tratar a ese chico o chica?

c) ¿Qué importancia se le da hoy en día, en nuestra sociedad, al dinero? ¿Qué poderes tiene?

d) ¿Qué significado tiene hoy en día la muerte?

Imagen: http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/b_amor1.jpg

Cantar de Mio Cid: el texto



A continuación tienes un fragmento del
Cantar de Mio Cid
en una versión modernizada por Alberto Montaner Frutos.
Léelo y contesta a las siguientes cuestiones.






Se ponen los escudos ante los corazones,

abaten las lanzas junto con sus pendones,
inclinan las caras sobre los arzones,
los iban a herir con valientes corazones

Con grandes gritos proclama el que en buena ora nació:
—¡Heridlos, caballeros, por amor del Creador!
¡Yo soy Ruy Díaz, el Cid Campeador!—
Todos atacan la tropa donde está Pedro Bermúdez,
trescientas lanzas son, todas tienen pendones;
sendos moros mataron, todos de sendos golpes;
al volver a la carga otros tantos son.

Veríais tantas lanzas abatir y alzar,
tanta adarga horadar y pasar,
tanta loriga cortar y desmallar,
tantos pendones blancos salir rojos por la sangre,
tantos buenos caballos sin sus dueños andar.
Los moros llaman —¡Mahoma!— y —¡Santiago!— la cristiandad.
Cayeron en breve espacio moros muertos mil trescientos ya...

A Minaya Álvar Fáñez le mataron el caballo,
bien lo socorren las mesnadas de cristianos.
La lanza ya ha partido, a la espada echó mano;

aunque a pie, buenos golpes va dando.

Lo vio mio Cid Ruy Díaz el castellano,
se acercó a un alguacil que tenía un buen caballo,
con su brazo derecho le propinó tal tajo
que lo cortó por la cintura, la mitad echó al campo;
a Minaya Álvar Fáñez le fue a dar el caballo:
—¡Cabalgad, Minaya, vos sois mi derecho brazo!

1. Resume la escena con tus palabras.

2. En el texto hay mucho dinamismo, mucho movimiento. ¿Cómo se logra crear esa sensación?

3. Explica por medio de qué recursos el narrador destaca al héroe entre el resto de los personajes. Y, además, ¿en qué aspecto concreto incide en los versos finales?

4. ¿Hay algún dato concreto del texto que nos invite a pensar que la guerra tiene relación con la religión?

5. ¿Por qué el poeta agrupa los versos en series?

6. Comenta la rima y la métrica del fragmento del poema.

Imagen: http://www.laits.utexas.edu/cid/main/images/main_left_r2.gif

Poema de Mio Cid: algunas curiosidades


1. ¿Quieres saber qué recorrido realizó el Cid tras salir de Burgos camino del destierro? Puedes obtener más información aquí y en esta otra página.

2. ¿Te gustaría contemplar el manuscrito original del Poema de Mio Cid?

3. ¿Cómo sonaba el poema en la lengua medieval? Trata de averiguarlo pulsando aquí en la palabra interactive.

martes, 13 de enero de 2009

Poema de Mio Cid: ¿Qué nos cuenta?


Sinopsis argumental

El Cantar de mio Cid es un poema épico anónimo del siglo XII que refiere las hazañas de madurez del Cid, en torno al episodio central de la conquista de Valencia, tras ser desterrado de Castilla por el rey Alfonso. Éste lo condena al exilio por haber dado crédito a los envidiosos cortesanos enemigos del Cid, quienes lo habían acusado falsamente de haberse quedado parte de los tributos pagados a la corona por el rey moro de Sevilla. El texto conservado se inicia cuando el Cid y sus hombres se preparan para salir apresuradamente de Castilla, pues se acerca el final del plazo impuesto por el rey Alfonso. Tras dejar el pueblo de Vivar, de donde era natural, dejando allí su casa abandonada, el Cid, acompañado de un pequeño grupo de fieles, se dirige a la vecina ciudad de Burgos. Los ciudadanos salen a las ventanas a verlo pasar, dando muestras de su dolor, pero su pena por el héroe no es capaz de hacerles contravenir la orden real que prohíbe hospedar y abastecer al desterrado. El Cid y los suyos se ven entonces obligados a acampar fuera de la ciudad, a orillas del río, como unos marginados.


En esta situación reciben el auxilio de un caballero burgalés vasallo del héroe, Martín Antolínez, que prefiere abandonarlo todo antes que dejar al Cid a su suerte. Sin embargo, su ayuda no es suficiente, pues el héroe, que carece del oro supuestamente malversado, no posee los recursos necesarios para mantener a sus hombres. Por ello, con la ayuda del astuto Martín, urde una treta: empeñarles a unos usureros burgaleses, Rachel y Vidas, unas arcas aparentemente llenas de los tributos desfalcados, pero que en realidad están rellenas de arena. Consigue así seiscientos marcos de oro, cantidad suficiente para subvenir a las necesidades más inmediatas. A continuación el Cid y los suyos siguen viaje hacia San Pedro de Cardeña, un monasterio benedictino donde se ha acogido la familia del héroe, mientras este se halle en el destierro. La estancia es, sin embargo, muy breve, porque el plazo para salir del reino se agota. Tras una desgarradora despedida, el Cid prosigue viaje y, esa misma noche, llega la frontera de Castilla con el reino moro de Toledo. Antes de cruzarla, el héroe recibe en sueños la aparición del arcángel Gabriel, quien le profetiza que todo saldrá bien.


Animado por el aviso celestial, el Cid entra tierras toledanas dispuesto a sobrevivir en tan duras condiciones, iniciando su actividad primordial en la primera parte del destierro: la obtención de botín de guerra y el cobro de tributos de protección a los musulmanes. Para ello desarrolla una primera campaña en el valle del río Henares, compuesta de dos acciones combinadas: mientras el Cid, con una parte de sus hombres, consigue tomar la plaza de Castejon, la otra parte, al mando de Álvar Fáñez, su lugarteniente, realiza una expedición de saqueo río abajo, hacia el sur. Las dos operaciones resultan un éxito y se obtienen grandes ganancias, sin embargo, al ser el reino de Toledo un protectorado del rey Alfonso, es posible que éste tome represalias contra los desterrados. Por ello, el Cid vende Castejón a los moros y sigue viaje en dirección nordeste. La segunda campaña tendrá como escenario el valle del Jalón. Tras recorrerlo saqueándolo a su paso, el Cid establece un campamento estable, con dos objetivos: cobrar tributos a las localidades vecinas y ocupar la importante plaza de Alcocer. La caída de esta localidad, que el Cantar de mio Cid presenta como la clave estratégica de la zona, hace cundir la alarma entre la población musulmana circundante, que acude a pedir auxilio al rey Tamín de Valencia. Éste, preocupado por la pujanza del Cid, envía a dos de sus generales, Fáriz y Galve, para que lo derroten. Éstos lo asedian en Alcocer, pero el héroe, aconsejado por Álvar Fáñez, decide atacar a los sitiadores por sorpresa al amanecer, lo que le proporcionará una sonada victoria.


Pese al triunfo, el Cid considera que se halla en una situación difícil, así que, como en Castejón, vende Alcocer y prosigue viaje hacia el sudeste. En ese momento, ha adquirido ya tantas riquezas que se decide a enviar a Álvar Fáñez con un regalo para el rey Alfonso, como muestra de buena voluntad y un primer paso hacia la obtención de su perdón. Mientras su embajador va a Castilla, el Cid se adentra por el valle del Jiloca, hasta hacerse fuerte en un monte llamado El Poyo del Cid, nombre que, según el poema, se debe a este asentamiento de su héroe. Desde allí, el Cid realiza diversas incursiones y obliga a los habitantes de la zona a pagarle tributo. Más tarde se desplaza hacia el este, a la zona del Maestrazgo, que se hallaba bajo el protectorado del conde de Barcelona. Éste, al conocer la actuación del Cid, se propone darle un escarmiento y se dirige en su busca con un fuerte ejército. La batalla se producirá en el pinar de Tévar y, como siempre, el Cid resulta victorioso. Además de obtener un rico botín, el héroe y los suyos capturan a los principales caballeros barceloneses y al propio conde. Éste, despechado, decide dejarse morir de hambre, pero al cabo de tres días, cuando el Cid le propone dejarlo en libertad sin pagar rescate, a cambio de que coma a su mesa, el conde accede muy contento, olvidando sus anteriores promesas.


Tras su victoria (bélica y moral) sobre el conde de Barcelona, el Cid comienza su campaña en Levante. Su objetivo último ya no es el saqueo y la ocupación transitoria, como en Castejón y Alcocer, sino la conquista definitiva de Valencia y la creación de un nuevo señorío, donde el héroe y sus vasallos puedan vivir permanentemente. Para ello, el héroe comienza por controlar la zona que rodea Valencia, para estrechar el cerco en torno a ella. Tras la toma de Murviedro (Sagunto), los moros valencianos intentan detener su avance asediándolo allí. Sin embargo, como había pasado antes en Alcocer, las tropas del Cid los derrotan por completo, lo que aún les da más ímpetu en sus propósitos de conquista. Al cabo de tres años, han ocupado casi todo el territorio levantino, dejando aislada a Valencia. Sus habitantes, desesperados, piden ayuda al rey de Marruecos, pero éste no puede dársela. Perdida toda esperanza de socorro, el Cid cierra el cerco y, tras nueve meses de asedio, cuando el hambre aprieta ya a los valencianos, se produce la rendición.


La conquista de Valencia no asegura aún su posesión. Al conocer la noticia, el rey moro de Sevilla organiza una expedición para intentar recuperarla, pero fracasará por completo, al ser derrotado por el Cid y los suyos, que completan con el enorme botín las grandes riquezas obtenidas tras la toma de la ciudad. Afianzada la situación, el Cid toma una serie de medidas para garantizar la adecuada colonización de la ciudad y su organización interna. Incluso aprovecha la llegada de un clérigo guerrero, el francés Jerónimo, para instaurar un obispado valenciano. Además, envía de nuevo a Álvar Fáñez con un nuevo regalo para el rey Alfonso, al que pedirá permiso para que la familia del Cid se reúna con él en Valencia. La embajada es un éxito, pues el rey acepta complacido la dádiva y concede el permiso solicitado. Además, provoca efectos contrarios entre los cortesanos, pues despierta la envidia de los calumniadores que habían provocado su exilio (encabezados por Garcí Ordóñez) y la admiración de otros aristócratas, entre ellos los infantes de Carrión, que se plantean la posibilidad de casar con las hijas del Cid y beneficiarse así de sus riquezas.


Acompañadas por Álvar Fáñez, la esposa y las hijas del Cid, junto con sus damas, se dirigen a Valencia. Mientras tanto, el Cid es informado allí de la decisión real y envía una escolta a buscarlas a Medinaceli, extremo de la frontera castellana. Desde allí, la comitiva avanza hacia Valencia, donde el héroe la espera impaciente. Su llegada es motivo un recibimiento a la vez solemne y alegre. La llegada de la familia del Cid se corresponde con un período de calma y felicidad. Sin embargo, la llegada de la siguiente primavera (época en que los ejércitos se movilizaban) les trae el ataque del rey Yúcef de Marruecos. Se va a librar entonces el mayor de los combates descritos en el Cantar de mio Cid, pues es el único que dura dos días seguidos. Pese a la superioridad numérica del adversario, el empleo de una sabia táctica dará una vez más el triunfo al Cid y a los suyos. Gracias al importante botín obtenido, el héroe puede enviar un tercer regalo al rey Alfonso, de nuevo por mano de Álvar Fáñez. La alegría del rey es tan grande como la ira de los cortesanos enemigos del Cid y el prestigio de éste mueve por fin a los infantes de Carrión a pedirle al rey que gestione sus bodas con Elvira y Sol, las hijas del Cid. El rey accede y decide a la vez otorgar formalmente su perdón al Cid.


La reconciliación del monarca y el héroe se produce en una solemne reunión de la corte junto al río Tajo, que dura tres días. El primero, el Cid es recibido a su llegada por el rey, quien lo perdona públicamente y luego los agasaja a él ya sus hombres. El segundo día es el Cid quien organiza un banquete en honor del rey. Por último, al tercer día, se abordan las negociaciones matrimoniales. El Cid se muestra bastante remiso a este matrimonio, pero accede por deferencia hacia el rey. Acordado, pues, el enlace, la reunión se disuelve y el Cid y los suyos, acompañado por los infantes y por numerosos nobles castellanos que quieren acudir a sus bodas, regresan a Valencia. Allí tienen lugar las nupcias, que se celebran con el lujo apropiado al nivel social que ha alcanzado el Cid y con profusión de celebraciones caballerescas, que duran quince días. Tras las bodas, los infantes se quedan a vivir en Valencia, siendo la convivencia satisfactoria durante un par de años.


Cierto día, un león propiedad del Cid se escapa de su jaula, sembrando el terror por el alcázar de Valencia. El héroe está durmiendo y sus caballeros, que están desarmados, lo rodean para protegerlo, mientras que sus yernos huyen despavoridos y se esconden donde pueden. Cuando el Cid se despierta, conduce de nuevo al león a su jaula como si nada. La admiración que despierta el gesto del héroe es, sin embargo, menor que las burlas que provocan los infantes por su notoria cobardía. Ésta quedará confirmada poco después, cuando las tropas del rey Bucar de Marruecos acudan a intentar de nuevo recuperar Valencia. Allí, frente a las proezas de los demás hombres del Cid, sus yernos huirán ante los moros, y sólo la buena voluntad de los principales caballeros impide que el héroe se entere de ello. Sin embargo, las críticas de que son objeto por parte del resto de sus hombres y la riqueza obtenida tras el reparto del botín les hacen urdir un plan para vengarse de las ofensas sufridas. Para ello, deciden abandonar Valencia con la excusa de mostrarles a las hijas del Cid sus propiedades en Carrión, a fin de dejarlas abandonadas por el camino.


Así lo ponen en práctica y, colmados de regalos por el Cid, se ponen en marcha. Por el camino, intentan asesinar a Avengalvón, el gobernador musulmán de Molina, aliado del Cid. Sin embargo, este descubre sus planes y, por consideración hacia el héroe, los deja marchar. Los infantes y su séquito siguen su marcha, hasta llegar al robledo de Corpes. Allí, tras hacer noche, envían a su gente por delante y se quedan a solas con sus esposas, a las que golpean brutalmente y dejan abandonadas a su suerte. Afortunadamente, su primo Félez Muñoz, al que el Cid había enviado en su compañía, acude a rescatarlas y da aviso al Campeador. Éste, además de enviar a sus caballeros para que traigan de regreso a sus hijas, manda a Muño Gustioz, uno de sus mejores hombres, a querellarse ante el rey don Alfonso. Éste, que había sido el promotor de los desdichados matrimonios, acepta la demanda del Cid y convoca una reunión judicial de la corte, a fin de dictaminar lo más justo.


Las cortes se reúnen en Toledo y a ellas acuden el rey, los infantes de Carrión con sus deudos (a los que se suma Garcí Ordóñez) y el Cid con sus principales caballeros. Éste reclama a sus yernos los dos excelentes espadas, Colada y Tizón que les había regalado al despedirse de ellos. Los infantes se las devuelven y respiran satisfechos, creyendo que el héroe se conforma con eso. Sin embargo, a continuación les reclama los tres mil marcos de la dote de sus hijas, que la disolución del matrimonio les obliga a restituir. Los infantes, que unen a sus anteriores defectos el ser unos dilapidadores, deben devolverle al Cid esa suma en especie, pues carecen de liquidez. Con todo, se avienen a ello pensando, como antes, que la demanda se acaba ahí. De nuevo se equivocan, pues el héroe ha dejado para el final el asunto más grave: la afrenta recibida por el maltrato y abandono de sus hijas. De acuerdo con los usos de la época, se produce un desafío de los caballeros del Cid a los infantes, a los que se suma su hermano mayor, Asur González. El rey acepta los desafíos y determina que las correspondientes lides judiciales se efectuarán en Carrión al cabo de tres semanas. En ese momento, los embajadores de los príncipes de Navarra y de Aragón llegan a la corte para pedir la mano de las hijas del Cid, lo que provoca gran satisfacción en la corte.


El héroe da instrucciones a sus caballeros y regresa a Valencia. Vencido el plazo, se reúnen en Carrión los hombres del Cid y los de Carrión, bajo la supervisión del rey. Tienen entonces lugar los tres combates, con todas las formalidades previstas por la ley. En ellos, los caballeros del Cid, Pedro Bermúdez, Martín Antolínez y Muño Gustioz, vencen a los dos infantes y a su hermano, que quedan infamados a perpetuidad. Los campeones del Cid regresan satisfechos a Valencia, donde son acogidos con gran alegría. En este momento, el héroe, recuperada su honra y emparentado con los reyes de España, ha alcanzado su cumbre. Tras ella, nada queda por contar, salvo recordar que su muerte acaeció en la solemne fiesta de Pentecostés.


Autor: Alberto Montaner Frutos


Imagen: http://www.caminodelcid.org/CSAVisualizarImagen.aspx?Id=1549